El calor de la sangre se mezcla con el frío de la noche oscura
La luz gigantesca mira solo mi alma desnuda
Los gritos y los senos húmedos traslucidos en la seda
Detrás en mi espalda, el resto de mi vida
Con esa incesante frecuencia que pasa al olvido
Me acerco a los sueños que viven en mi mente
Salen por mi boca y buscan en la gente
El mundo entero me observa en mi altura
Y mis dedos se funden en el metal brillante
Y la madera sagrada
El resto me acompaña en el saludo ceremonial
Mi mente en blanco por la costumbre
Sale del trance del opio milenario
Y una sonrisa se me escapa emocionada
Un, dos, tres y…
Oigo el comienzo y disparo.